sábado, 27 de noviembre de 2010

Alas Mosi

Estoy solo y no hay nadie en el espejo.

Jorge Luis Borges

Para Ana Silvia Gómez de Ortiz


En lo más alto de la montaña, residía un hombre que soñaba con emprender el vuelo hacia lo más alto. La gente del pueblo solo lo veía una vez al mes, porque bajaba a comprar sus víveres y recursos para sobrevivir en las alturas. Llegaba con entusiasmo al supermercado de Don Trujillo, recuerdo que decían que era un hombre de pocas palabras pero lleno de fe. Un día mi abuelo me comentó que desde la infancia eran amigos y que su locura de volar era cuando se enteró del mito del Ícaro y los primeros intentos de la máquina voladora, todos lo tomaron por loco; pero nunca se rindió. En mayo, un hombre de la China llegó al pueblo y vendió tela espectacular y exquisita que atraía a los avaros para enamorar nuevamente a sus mujeres con nuevas vestimentas. Precisamente baja aquel hombre de la montaña y al ver la venta compró varias telas, desde entonces desapareció de nuestra vista. Mi abuelo decidió visitarlo y subió a la montaña y cuándo llegó a la residencia de su amigo, leyó el rótulo que estaba sobre la mesa:

Emprendí tantas veces el vuelo que el cielo me abrió sus puertas para quedarme,

Te dejo mis alas para que puedas encontrarme, porque te estoy esperando.

No volvía a ver a mi abuelo; y después de tanto tiempo, encontré un paquete enfrente de mi casa con un mensaje escrito por él:

Es un Mosi, cuando estés listo, póntelo y vuela hasta el infinito.

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