Es
bueno saber que durante los tres años de gestión del Presidente de la
República, Mauricio Funes, educación ha extendido los programas sociales a
todas las familias salvadoreñas al otorgarle a los hijos de cada uno de estas:
uniformes, zapatos, útiles escolares y alimentación.
Es
bueno saber que el microempresario tenga
licitaciones o convenios con el Mined para satisfacer las promesas de una
campaña de gobierno. La gente reconoce la labor, está contenta, ¿quién no?
Pues, esto contribuye a disminuir los costos del presupuesto doméstico
familiar, pero aumenta su visión de inversión en el consumismo que en la visión
a futuro de sus hijos. Pero
la reflexión no va si aumenta el consumismo de la nación, sino que ¿si la
distribución de zapatos, alimentación, uniformes y útiles escolares contribuyen
y miden la calidad de educación en nuestro país?
Antes
de emitir una respuesta subjetiva, retomemos la información del Informe de
Competitividad 2011-2012, El Salvador tiene la posición 91 de 142 países a
nivel mundial. Pero ¿qué tiene que ver la competitividad con calidad de
educación? Simple, porque el sistema educativo nacional está diseñado para
formar profesionales integrales que estén a la vanguardia para competir con los
estándares mundiales, pues nuestra educación y la competitividad nacional son
afectadas por los siguientes fenómenos sociales: la violencia, los costos
económicos contra la criminalidad, el crimen organizado, el narcotráfico, las
pandillas, la exclusión de sectores sociales. Todo esto nos hace reflexionar
que la calidad de educación es baja, pues si se educase a la gente a ser
proactivo y capaz de proponer iniciativas de proyectos, los fenómenos sociales
anteriormente no serían un obstáculo para el progreso de un país, porque la
grandeza de su gente lo llevaría a romper los círculos viciosos que nos
sumergen en un país subdesarrollado.
Pero,
nuestra realidad nos dicta que los responsables de la cartera de educación
miden calidad con el número de graduados de bachiller y de otros niveles de
educación básica, así justifican el cumplimiento de unos de los Objetivos del
Milenio y posicionarse como uno de los países que lucha contra el alfabetismo.
Señores, educación no es sinónimo de
leer y escribir, es sinónimo de que su gente es capaz de poner su conocimiento
al servicio de los demás, innovando y aportando en todas las ramas del
conocimiento.
Abonando
a lo anterior, retomemos la información del Asocio Crecimiento que afirma que
toda prueba, ya sea internacional o nacional, muestran que el capital social
está en un determinado nivel y El Salvador, según dicho Asocio, es de nivel
media baja, mientras la calidad de educación es baja según los estándares
regionales y, MUY BAJA según los estándares mundiales. Solo observemos que la
nota de PAES 2011 que determinó un grado de conocimiento de 4.5 de nota global,
nos alerta que hay que cambiar la visión de mundo de educar a la gente.
¿Creen
que para solucionar la calidad de educación requiere de más inversión? Sí,
requiere de más inversión. No un 3% del PIB que equivalen a 3.5 millones de
dólares y préstamos de Alba Alimentos o abono de deuda externa al proporcionar
pocos recursos. Educación necesita una inversión superior que innove su
metodología, su plan de estudio, su plan estratégico, las infraestructuras de
los centros escolares públicos urbana y rural, debe romper la diferenciación de
clases sociales y de oportunidades de aprendizaje, actualizar al cuerpo
docente, ser más exigente con la currícula de Educación Superior.
Solo
fortaleciendo a Educación podemos apostar a una productividad, porque para el
desarrollo de esta debe tener en cuenta los grados de conocimientos y el
fortalecimiento de las habilidades, destrezas y competencias de la gente. Es
bueno que el gobierno ayude con cosas materiales, pero no es suficiente.
Educación para que tenga calidad real debe apostar más allá, debe ser garante
de la formación de la creatividad, conocimiento, cultural y la ciudadanía hagan
que el pueblo salvadoreño camine hacia adelante.
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